Beatriz de la Cueva, la ubetense que gobernó por un día

Antigua Guatemala

Arrodillada ante una cruz y como la “La Sin Ventura”, juró su cargo doña Beatriz de la Cueva en el Cabildo de Santiago de los Caballeros de Guatemala (hoy conocida como Antigua Guatemala) allá por el año 1541. Se convertía, desde ese día y por un período de tiempo tristemente corto, en la Gobernadora de Guatemala. 

La ubetense fue la primera y una de las últimas mujeres en ostentar un cargo tan alto en las colonias españolas y la historia que la llevó hasta allí bien merece una entrada en nuestro blog.

Nacida en Úbeda, descendiente de Beltrán de la Cueva y de la famosa Beltraneja y pariente directa del todopoderoso Francisco de los Cobos (mano derecha del Emperador Carlos V), doña Beatriz acaba en el continente americano por una carambola del destino. La casan con Don Pedro de Alvarado, 15 años mayor, que anteriormente había estado casado en dos ocasiones. La primera, y gracias a la intervención de Hernán Cortés, con la hija del cacique tlaxcalteca Xicoténcatl, bautizada como Lourdes y con la que tuvo dos hijos: Pedro y Leonor. La segunda, con la hermana de la propia Beatriz, doña Francisca de la Cueva, que murió sin dejar descendencia al poco de llegar a las Américas. Al quedar viudo nuevamente y por el empeño de los españoles en crear un noble linaje descendiente de los conquistadores en ultramar, Alvarado solicita al Emperador una dispensa papal para volver de nuevo a España y casarse con su hasta entonces cuñada, Beatriz. Oficializado ya su matrimonio y aparentemente enamorados, emprenden su viaje a Guatemala en navíos cargados de oro, sedas, brocados y doncellas casaderas para los soldados españoles y pasan un año de felicidad hasta que la tragedia sorprende a la pareja. Tonatiuh –el Sol– que es como llamaban los nativos a Alvarado debido a su cabello rubio, muere al caerle encima un caballo durante una revuelta indígena.

Beatriz dio grandes muestras de dolor y algunas de ellas, tan extravagantes y evidentes que levantaron todo tipo de rumores, como podemos leer en estas palabras de Francisco López de Gómara: «Hizo doña Beatriz de la Cueva grandes extremos, y aun dijo cosas de loca, cuando supo la muerte de su marido. Tiñó de negro su casa por dentro y fuera. Lloraba mucho; no comía, no dormía, no quería consuelo ninguno. […] Hizo las honras pomposamente y con grandes llantos y lutos. Empero, en medio de aquella tristeza y extremos entró en regimiento y se hizo jurar por gobernadora: desvarío y presunción de mujer y cosa nueva entre los españoles de Indias”.

Y así fue: en un intento de ganar más independencia del representante del rey en las colonias, el cabildo eligió a doña Beatriz como Gobernadora de Guatemala. Una decisión polémica, por el sexo de ella y por el cambio de lealtades que esto supuso. Pero fue una polémica que duró muy poco, pues al día siguiente de su nombramiento, una gran riada sorprendió a la población de Santiago de los Caballeros. Beatriz, presa del pánico, se refugió junto a su servicio en una capilla del palacio que la crecida del agua inundó y que el lodo proveniente del volcán cercano sepultó, matando así a la recién nombrada gobernadora y a todos los que estaban allí.

Leonor, la hija de Pedro de Alvarado y de la indígena tlaxcalteca, sobrevivió a la tragedia y dio sepultura al cuerpo de Beatriz junto a los restos de su marido en la catedral guatemalteca.

Al no haber traído doña Beatriz hijos al mundo fruto de su matrimonio con Alvarado, los hijos de éste con Lourdes se convirtieron en su única descendencia y continuaron por tanto el linaje mestizo. Leonor casó con Francisco de la Cueva, hermano de doña Beatriz y de este matrimonio a su vez, nacieron varios hijos que engrandecieron los apellidos de la Cueva y Alvarado. Uno de ellos, por ejemplo, contrajo matrimonio con su prima doña Mayor Fernández de Córdoba de la Cueva, descendiente del Gran Capitán y hombre de confianza de la Reina Isabel.

Ven a conocer la historia de Beatriz y otros ubetenses y baezanos ilustres con nosotros en una de nuestras visitas guiadas por nuestras ciudades Patrimonio de la Humanidad. ¡Te esperamos con los brazos abiertos!